Creo que ya va siendo hora de escribir alguito por estos lares, después de unos meses alejada de espumas y aromas lupulados.
El motivo ha sido que desde el 7 de marzo nos acompaña Matilda en nuestros andares. Su risa cantarina es capaz de embriagarme más que una Eisbock con su alta graduación...
No obstante, les diré que no fue esfuerzo alguno alejarme de estas infusiones malteadas porque, por causas de la fisiología de la preñez, rechacé completamente hasta el olor.
Ahora ya no existe tal rechazo, pero continúo sin beber en dosis normales. Cosas de la lactancia!
Aun así nos seguiremos viendo por aquí de tarde en tarde.
Un brindis por mi pequeña Matilda!