He querido escribir algo desde hace tiempo, pero parece que los astros últimamente se han alineado para liarme y no poder llevarlo a buen término.
En estas semanas me han ocurrido hechos interesantes, que creo que van a desembocar en un cambio de vida a mejor. Me explico: el 31 de Enero inactivábamos oficialmente la empresa que tenía junto a otros familiares. Después de varios meses "partiéndonos el lomo" para pagar impuestos y seguridades sociales, hemos decidido que eso no era plan, y pusimos fecha para el fin-comienzo de una nueva etapa. No voy a hablar de cómo está la situación, puesto que ya de sobra nos bombardean a diario con índices, primas de riesgo y un largo etcéeeeeetera de nomenclatura financiera. Pero sí apoyar la idea de que, mientras los emprendedores sigan teniendo todos los impuestos y normas absurdas que tienen, no se va salir de ésta. Tengo una gran vena emprendedora que se me hincha y sufre cuando el sistema va tan a contrapelo con lo que uno quiere, que no es más que ganarse la vida con una idea propia.
Por ponerles un ejemplo en el colmo de lo absurdo: hay que contratar servicios de prevención. Servicio que debe considerar que únicamente se lesionan los empleados, puesto que los cursos que imparten son únicamente para ellos. ¿Será que los empresarios no se lesionan? ¿...o será que el curso no es tan importante y son cosas de sentido tan común -léase obvias- y por eso se da por hecho que los jefes ya conocen la materia? Recuerdo que uno de los días de curso, el chico que vino a impartirlo se dio una vuelta por el local (que no era ni de lejos del ramo de la alimentación) y me sugirió que pusiera en el baño un secador de manos de aire caliente o en su defecto 4 toallas, tantas como empleadas había, porque así no tenían que estar usando la misma entre ellas....Yo no pude más que contestarle con sorna que eso no era una carnicería, donde hubiera que tener en cuenta la manipulación de alimentos ni una estricta higiene, y que al fin y al cabo, se las secaban después de lavárselas, no antes. Fin de la historia.
Ese tipo de imbecilidades, ampliado a muchos ámbitos, a mi parecer ha servido para elaborar una serie de normas-trampa que lo único que hacen es frenar el progreso. Me acuerdo que casi no nos dejan abrir porque según los técnicos del ayuntamiento, al techo le faltaban 15 cm de altura según la nueva normativa, cuando en años anteriores siempre hubo negocios abiertos al público en ese local. Debe ser que las cornamentas del personal han crecido en estos últimos tiempos....En fin, que nos tuvieron en jaque unas semanas hasta que finalmente dieron el visto bueno, tras presentar un escrito donde exponíamos que tratándose de una casa bastante antigua de un casco histórico protegido, poco se podía hacer.
Otro tema por el que decidimos no seguir es que queríamos trabajar los siete días de la semana, puesto que era la única manera de subsistir, no por deseo propio. Como era una sociedad de varios familiares, para poder acudir sábados por la tarde y domingos, tuvimos que darnos de alta como autónomos varios de nosotros, además de los dos empleados que trabajaban. Autónomos sólo para día y medio semanal, con su tarifa completa. A final de cada mes, la seguridad social nos quitaba un hígado (un riñón es muy pequeño).
Me gusta vender, pero no me gusta todo lo que hay detrás de una empresa, todas las dificultades. Por ello siento una gran empatía y sobre todo tristeza cuando veo pequeños negocios familiares cerrando. No son fracasos, porque seguro que ahí se puso la mejor de las intenciones, y sólo son fracasos cuando uno no le pone ganas a lo que hace. Y también lo siento por los empleados que ahora pasaron a engrosar las listas del paro.
¡Pues eso es lo que tenemos!
En el próximo post espero escribir algo relacionado con la cerveza. ¡Prometido!